Resumen
El sistema educativo peruano, desde las últimas décadas, ha realizado diversos intentos (muy teóricos y desde el escritorio, inicialmente) por ofrecer una educación de calidad con equidad a todos los peruanos. En ese sentido, luego de discursos sobre teorías que nunca se efectivizaron en la práctica. Es desde la década del 2000 que se
vienen emitiendo -en el marco de referencias y acuerdos internacionales y nacionales- políticas, leyes y normas educativas como la diversificación curricular, la inclusión y la interculturalidad, tendientes a viabilizar y realizar una visión común. Sin embargo, al 2017, las brechas entre estas propuestas y la realidad persisten en la práctica pedagógica peruana, afectando e incidiendo en ese 25% de peruanos de la zona rural andina y amazónica especialmente caracterizada por su diversidad natural y cultural. A la fecha, aún se mantienen estilos de enseñanza basados en la escuela conductista y en metodologías memorísticas, librescas y repetitivas o impartiendo conocimientos ajenos a la cosmovisión y cultura de los estudiantes, creando confusión, desarraigo y desvalorización de su identidad. Además, se continúa aplicando un sistema de evaluación criterial muy incipiente cuyos resultados generan deserción escolar. Estos contrastes y desfases en los procesos educativos en zonas rurales del Perú enfrentan actualmente el gran reto de proponer una educación del siglo XXI que sea capaz de convertir al estudiante en un aprendiz permanente y un ciudadano informado.
En este incierto y poco claro panorama, para la familia rural (campesina), no es una buena inversión, ni social ni económica, enviar a sus hijos a la escuela, ya que esa inversión no retornará, haciéndolos aún más pobres. Por las características del ejercicio educativo en los ámbitos rurales antes mencionados, los jóvenes egresados de su medio son empujados hacia las ciudades, agudizando los conflictos. El sistema educativo bajo estas condiciones es un factor determinante en el proceso de migración del campo a las ciudades, generando el literal “abandono del campo y sus prácticas ancestrales” que, aunado a iniciativas empresariales marcadamente extractivistas, afectan e impactan en los ecosistemas de montaña por el cambio de uso del suelo, la contaminación, la deforestación y la pérdida de recursos que convierten a esta zona en una aún más vulnerable ante los efectos del cambio climático.
Por su parte, el niño campesino ingresa a la escuela (al sistema educativo) con una enorme cantidad de saberes, llenos de afecto y emotividad, propios de las familias campesinas; pero en la escuela, todo este valioso conocimiento va perdiendo valor conforme se avanza de grado, a través de los cuales el niño y la niña se sienten descalificados y hasta denigrados en extremo, generando traumas imborrables en sus frágiles mentes. En consecuencia, lejos de estimular el aprendizaje activo y significativo, se lo reprime.
En esta primera parte, se trata de identificar adecuadamente el problema de la educación en el espacio rural peruano, pero especialmente en el de los ecosistemas de montaña, a partir de un seguimiento detenido de la situación educativa de la zona rural de la sierra desde la década de los 90, en lugares remotos de Amazonas, Ancash,Ayacucho, Cajamarca, Huancavelica, Junín, Lambayeque y Lima, entre otros, para luego, en una segunda entrega, proponer la construcción de alternativas de solución, viables y sostenibles.